Puesta en valor patrimonial
El arquitecto Ricardo Braicovich se ha consolidado como una figura de referencia en el campo del interiorismo, la arquitectura comercial y la puesta en valor patrimonial, desarrollando proyectos que redefinen la relación entre historia y contemporaneidad. Su trabajo articula sensibilidad estética, rigor técnico y una mirada estratégica que entiende a los espacios como relatos construidos, capaces de expresar identidad, historia y proyección.
A lo largo de su trayectoria, Braicovich ha desarrollado proyectos que abarcan desde locales comerciales, oficinas y viviendas particulares, hasta intervenciones en edificios de alto valor cultural. Su enfoque se apoya en una práctica profundamente colaborativa, interpreta las necesidades de cada cliente (y de cada contexto) para transformarlas en espacios funcionales, coherentes y visualmente potentes, donde el diseño se convierte en una herramienta de comunicación.
El Pasaje Dardo Rocha: el desafío de devolverle la voz a un ícono
Uno de los hitos más relevantes de su carrera es su participación en la restauración del Pasaje Dardo Rocha, un proyecto de puesta en valor patrimonial que involucró una de las piezas arquitectónicas más simbólicas de la ciudad de La Plata. Inaugurado en 1887 como estación ferroviaria “19 de Noviembre”, este edificio fue la primera puerta de entrada a la ciudad moderna que soñaron sus fundadores.
Con influencias del clasicismo francés, grandes patios interiores, arcadas, vitrales y galerías, el edificio fue concebido no solo como una infraestructura funcional, sino como una declaración estética del espíritu de progreso de la época. Con el tiempo, su función ferroviaria quedó atrás y el espacio se transformó en un polo cultural donde hoy conviven salas teatrales, cines, museos, talleres, exposiciones y espacios de formación.
Braicovich fue convocado como asesor especializado en restauración, encargándose especialmente de los paramentos exteriores y de las definiciones estéticas armónicas del conjunto. “Cuando comenzamos, encontramos un edificio muy deteriorado, que nunca había sido restaurado como correspondía”, explica. El trabajo implicó un proceso minucioso de cateos, estudios de laboratorio y análisis microscópicos para recuperar los colores, texturas y materialidades originales.
Restaurar no es decorar: es interpretar una época
La intervención no se limitó a “embellecer” el edificio, sino a reconstruir su lógica original. Se aplicaron procesos de limpieza profunda, consolidación muraria, restauración de sectores dañados y reintegraciones realizadas con más de cien mil piezas de símil piedra París, respetando los criterios históricos. Las carpinterías fueron tratadas como una extensión del muro, tal como se concebían en la arquitectura neoclásica.
El proceso incluyó, además, trabajos integrales sobre cubiertas, mansardas, zinguería y herrería, con un objetivo claro, devolverle al edificio su impronta original. Todo esto se realizó en un plazo excepcional de apenas 80 días, cuando obras de esta magnitud suelen demandar cerca de un año. El logro, según Braicovich, fue posible gracias a un trabajo de equipo articulado con especialistas, escultores y laboratorios técnicos.
Arquitectura como acto cultural
Más allá de lo técnico, la obra del Pasaje Dardo Rocha representa un posicionamiento ético y cultural. Para Braicovich, restaurar patrimonio es un acto de responsabilidad con la comunidad: “Entender de dónde venimos nos permite proyectar con mayor claridad hacia dónde vamos”.
Su enfoque entiende a la arquitectura como un puente entre memoria y contemporaneidad. Cada muro, cada textura recuperada, cada decisión cromática no es solo una solución estética, sino un gesto de respeto hacia la historia urbana y la identidad colectiva.
Un legado que permanece vivo
La restauración del Pasaje Dardo Rocha no es únicamente un logro arquitectónico, sino una reafirmación de la memoria cultural y un ejercicio profundo de puesta en valor patrimonial. En ese proceso, la figura de Ricardo Braicovich se destaca no solo por su conocimiento técnico, sino por su capacidad de leer los edificios como organismos vivos, cargados de sentido.
Su trabajo demuestra que restaurar no es detener el tiempo, sino permitir que la historia vuelva a respirar en el presente, con dignidad, precisión y belleza.
